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sábado, 23 de mayo de 2015



“EL LEVANTAMIENTO GENERAL DE LOS INDIOS GUAJIROS”: algunos apuntes en torno al 2 de mayo de 1.769

Leonel  López

El 2 mayo de 1.769, conocida como “La Rebelión del ´69”, pasó una vez más inadvertido para el pueblo Wayuu, una que otra publicación en las redes sociales hizo mención sobre la memorable fecha como un acontecimiento importante que muestra la participación del pueblo wayuu en la guerra por la independencia del yugo español. En el departamento de la Guajira se le conoce como “Día de la Guajiridad”, decretado por la asamblea departamental como una manera de honrar el gentilicio guajiro, mientras que en el lado venezolano se conoce muy poco del tema, por tanto, ni se menciona de manera oficial.
Revisando algunos documentos sobre el mencionado hecho histórico, existe un artículo del historiador colombiano Eduardo Barrera, “Guerras Hispano Wayuu en el Siglo XVIII”, en el cual se nos acerca entre sus líneas a los sucesos que desencadenaron lo que, según él, se conoce como “EL LEVANTAMIENTO GENERAL DE LOS INDIOS GUAJIROS”, además de describir algunas escenas sobre los hechos posteriores al 2 de mayo. Me permito compartir un breve extracto con quienes están ávidos de conocer más acerca de aquel capítulo de la historia del pueblo wayuu, y quienes desconocen de este suceso, ocultado por mucho tiempo bajo la historiografía oficial:
A continuación, se cita:
“El 2 de mayo de 1769 los indígenas del pueblo del Rincón, cerca de la ciudad de la hacha, en el margen nororiente del actual Rio Ranchería, ante la noticia del envío de varios indios guajiros desterrados a los trabajos de Cartagena, incendiaron todo el pueblo muriendo quemados dos españoles que permanecían dentro de la iglesia.
Una vez conocido los acontecimientos en la ciudad de la hacha, es enviada una partida de 25 hombres al mando de don José Antonio de Sierra, mestizo, a rescatar al padre capuchino que vivía en el Rincón.
Entre tanto, llegaron al mencionado lugar indios de Orino, Boronata y Laguna de Fuentes. En medio de la confusión de los sucesos y de la agresividad de los indígenas, estos reconocieron al cabo Sierra como la persona que había capturado días antes a los 22 indígenas que fueron enviados a Cartagena. El padre capuchino lo escondió en la casa cural, ante lo cual los indígenas reaccionaron incendiándola, pereciendo el cabo Sierra con ocho de sus hombres.
Lo sucedido en el Rincón se supo rápidamente en las otras fundaciones, y en el sitio de Mancornado, que también fue incendiado, murió quemada una familia que estaba resguardándose dentro de su rancho, además fueron capturados por los indígenas tres niños, una mujer y dos hombres, todos españoles.
Según el informe de Pedro Altea, “los indios profanaron en los sitios incendiados los vasos sagrados, bebiendo en ellos sus chichas y amolando sus herramienta en las piedras de ara, cometiendo cualquier cantidad de sacrilegios”. (CURAS Y OBISPOS t. 20 fls 708; 881-907; año 1788).
Aunque podemos desconfiar del testimonio del padre Altea, lo cierto es que los indígenas, al quemar las poblaciones, incendiaron siempre la iglesia y la casa cural. Debe decirse aquí, que los padres capuchinos fueron desde muy temprano, amigos de la conquista militar de los indios.
Los indios atacaron los poblados provistos de armas de fuego que compraban a los extranjeros. Por ejemplo, el día 7 de mayo del año ´69, en el sitio de Aullamas (situado entre el actual Manaure y Carrizal), fue vista una goleta inglesa abasteciendo de pertrechos a los indios, quienes en número de doscientos, cincuenta de ellos a caballo, transportaban en canoas los abastecimientos hacia la playa.
En los días siguientes al dos de mayo, se desarrolló lo que como “EL LEVANTAMIIENTO GENERAL DE LOS INDIOS GUAJIROS”. Murieron cerca de cien españoles, y son arrasadas las fundaciones de Maravilla, El Paso, Cavis, Melones, Arenal, Menores, Rincón, Moreno, El Loco, La Soledad, San Antonio, San Bernardo y otras, calculándose en setenta el número de poblados destruidos. Los incendios de los pueblos era acompañado del robo de las Haciendas que eran llevadas hacia la Alta Guajira. Sobre el sitio de la Soledad, cabe decir que fue abandonado ante el avance indígena, sin embargo el indio Blancote decidió defenderlo, colocándose al lado de los españoles, aduciendo la necesidad de vengar la muerte de su pariente, el cabo Jose Antonio de Sierra. Parece ser que se efectuó en el mencionado sitio un combate de gran envergadura donde murieron “muchos” indios.
Los pobladores españoles de los lugares destruidos huyeron hacia la ciudad del Río de la Hacha. Días después del levantamiento general, comenzaron a conocerse los rumores del posible ataque indígena a esta ciudad. Haciendo la evaluación de la situación defensiva de esta plaza, el comandante de Río de el hacha, informaba a los gobiernos de Maracaibo, Valle de Upar, Santa Marta y Cartagena, la grave situación en que se encontraban por no tener con que defenderla, solicitando a todos ellos ayuda urgente.
Al mes siguiente llegaban al Río de el Hacha cien hombres del Batallón Fijo de Cartagena, y ayudas de Maracaibo.
La evaluación de los sucesos daba como resultado la destrucción de la totalidad de las fundaciones, el robo de las haciendas de los españoles, la imposibilidad de la fuerzas militares de contener a los indígenas y defender el Río de la Hacha de un posible ataque, y total control de la península Guajira, con sus caminos y sus puertos, por parte de los Wayuu.
Podemos concluir el relato de los sucesos que sobre el carácter de los indios guajiros, hace el Marqués de la Vega de Armijo, en junio de 1.769:
“Por lo que respecta a hacer la guerra, los he visto manejar un fusil, y fatigar un caballo como el mejor europeo, sin olvidar su arma nacional la flecha; a esto les acompaña un espíritu bizarro con mucha parte de racionalidad adquirida en el inmemorial trato, y comercio que han tenido con todas las naciones.
Estos hombres se mantienen sin comer ni beber dos y tres días, y les satisface abrir en breve instante la tierra con las manos, y beber un sorbo de agua de cualquier calidad que sea, comen raíces de yerba, y frutillas silvestres, que uno y otro acabarían con un hombre de los nuestros en pocos días: En el terreno que poseen, (que pasan de trescientas leguas que forman un ángulo) son muy distantes las aguadas, unas de otras, y por lo general salobres; para llegar a donde pueden retirar sus ganados, se hace preciso acabar con todos los guajiros, que compondrían unos veinte mil indios de fusil y flecha.
El que tuviere suficiente instrucción del genio nativo de los africanos, y su modo de hacer la guerra, conocerán que en todo son una biba estampa de aquellos los indios guajiros; son ambiciosos, traidores, bengativos, desconfiados, y llenos de abominaciones; observando siempre el más leve descuido para sus empresas”. (MILICIAS Y MARINA. T. 119, fls 376v-377v).



Basado en: “GUERRAS HISPANO WAYUU DEL SIGLO XVIII”

Autor: Eduardo Barrera (Colombia)

Historiador, profesor del Departamento de Historia y Geografía, Facultad de Ciencias Sociales y Educación de Pontificia Universidad Javeriana

Foto: Michel Perrin

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