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martes, 22 de septiembre de 2009

Ecología


El peligroso negocio de la manipulación climática

Silvia Ribeiro*
La crisis climática se sienten ya en todas partes: lluvias abundantes y fuera de temporada, mayores sequías y en lugares donde no las había, más inundaciones, fríos y calores extremos, huracanes más fuertes y en nuevas regiones, pérdida de cosechas, devastación de ecosistemas…
Ante esto, las empresas y gobiernos que han causado el cambio climático impulsan propuestas cada vez más peligrosas, como la geoingeniería o manipulación voluntaria del clima.
Casi ningún gobierno y ninguna industria se plantea cuestionar las causas del calentamiento global: la agricultura industrial (monocultivos agrícolas y de árboles, pecuaria intensiva, uso de agrotóxicos) y el cambio de uso de suelo (incluyendo deforestación, desertificación, crecimiento urbano y carreteras) son los principales factores de cambio climático, seguidos por la industria automovilística y las emisiones de gases de efecto invernadero de las grandes industrias. Pero las propuestas a la mesa son manipulaciones de mercado (como el comercio de carbono, que no reduce un ápice las emisiones pero es un jugoso negocio empresarial); aumentar los monocultivos agrícolas y de árboles (causas principales del cambio climático); y nuevos remedios tecnológicos que tampoco servirán, pero de nuevo, son un negocio para las empresas que tienen las patentes sobre ellos.
La nueva carta del poderoso lobby petrolero, químico y de agronegocios es la geoingeniería. Estas industrias, sus científicos de alquiler y el gobierno de Estados Unidos, se han dedicado por décadas a negar que había cambio climático y por tanto, no había necesidad de recortar las emisiones. Ahora cambiaron el discurso: reconocen que el cambio climático es grave y hay que tomar medidas. La solución “perfecta”, dicen, es la manipulación del clima a gran escala. No implica reducir emisiones, ni cambiar los patrones de producción y consumo ­–que ellos controlan y son su fuente de lucro–, sino hacer ingeniería climática para enfriar el planeta, que renovada todo el tiempo, permitirían incluso aumentar las emisiones, porque se contrarrestan sus eventuales efectos climáticos. La geoingeniería, agregan, es una solución de “ganar-ganar”: no hay que cambiar nada y crea nuevas fuentes de negocios.
Los gobiernos de las grandes potencias muestran creciente entusiasmo frente a la perspectiva de no tener que reducir emisiones en sus fuentes y ya han comenzado a desviar recursos públicos para investigación y experimentación en geoingeniería. El 1 de setiembre, la Sociedad Real (Academia de Ciencias del Reino Unido) se sumó irresponsablemente al concierto, publicando un reporte elaborado por un selecto grupo de científicos –la mayoría involucrados en geoingeniería– que aunque reconoce que la geoingeniería implica riesgos, básicamente dice que se debe tomar en cuenta y aumentar su investigación y experimentación, como un “plan B”.
Entre las propuestas de geoingeniería está la fertilización de grandes áreas del océano con hierro o urea (para aumentar el placton, absorber carbono y bajar la temperatura del mar), lanzar inmensas cantidades de compuestos sulfatados a la estrátosfera creando una sombrilla que tape los rayos del sol, poner en órbita miles de millones de espejos que reflejen los rayos solares, manejar y desviar huracanes, inmensas plantaciones de cultivos y árboles transgénicos para agrocombustibles y sumideros de carbono, enormes parches de algas transgénicas en el mar para absorber carbono o el llamado “biochar”: quemar cantidades industriales de materia orgánica con pirólisis para enterrarlo en el suelo.
Cada propuesta en sí misma conlleva enormes riesgos y efectos secundarios. Por ejemplo, las partículas de sulfato en la estratosfera caerán luego a la tierra, produciendo la muerte prematura de 500,000 personas; la manipulación del mar por fertilización o algas transgénicas, desequilibra las cadenas alimentarias y los ecosistemas marinos; los espejos en el cielo serán manejados desde la tierra –¿que tal si deciden usarlos como arma para “freír” algún país que moleste a quién controle las computadoras? ¿Dónde irá el reflejo si hay una “caída del sistema”?
Además, todas las propuestas comparten otros impactos. Para que el clima tome nota, necesariamente deben realizarse a megaescala. Una vez puestas en marcha, no hay vuelta atrás. El clima es un sistema global y no hay forma de predecir los impactos que la manipulación climática producirá en otras regiones: los países y poblaciones más vulnerables del Sur –que no contribuyen al caos climático, pero lo sufren– podrían recibir los peores impactos, con más descontrol climático y devastación de sus ecosistemas, afectando más a los pobres, campesinos, indígenas, pescadores artesanales. Tienen además un alto potencial de usos bélicos.
Los que proponen y tiene el dinero para financiar la geoingeniería, son los que han causado el cambio climático. Aducen que esperar a un consenso global sobre el tema es demasiado lento para la gravedad de la crisis. ¿De dónde sacan autoridad moral para adjudicarse el control del termostato global?
Serán sólo “experimentos” dice la Sociedad Real. Salvo para quién sufra los impactos, que será una cruda realidad. La geoingeniería no solucionará nada y aumentará el problema. Lo único razonable es una prohibición global que impida a los nuevos señores del clima experimentar con todo y todos los demás.






*investigadora del Grupo ETC
Silvia Ribeiro es investigadora y coordinadora de programas del Grupo ETC en la oficina de México. Ha sido periodista y coordinadora de campañas en temas ambientales en Uruguay, Brasil y Suecia. Como representante de la sociedad civil, ha seguido las negociaciones de diversos tratados ambientales de Naciones Unidas. También ha sido conferencista en muchos eventos de la sociedad civil internacional en todo el mundo, sobre los impactos de los transgénicos y otras nuevas tecnologías; sobre concentración corporativa, propiedad intelectual, derechos de los pueblos indígenas y campesinos. Silvia también ha escrito gran número de artículos sobre estos temas que se han publicado en la red electrónica y en revistas y libros en América Latina, Europa y Norteamérica. Es columnista del diario La Jornada en México y miembro del comité editorial de la revista “Biodiversidad, sustento y culturas”, publicada en siete países latinoamericanos, de la revista española Ecología Política y otras.

más información sobre el tema en www.etcgroup.org

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