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lunes, 21 de junio de 2010


“La rebelión del 69”, la epopeya olvidada de los wayuu en la gesta independentista

Nuevos enfoques en el estudio del proceso de independencia reescriben episodios olvidados por la historiografía oficial, llamada por los historiadores contemporáneos “la otra rebelión”.

Leonel López

“Mi estimada hermana. Hoy domingo, a las ocho del día, se apareció un grueso número de indios en caballos ligeros por la parte del camino de esa ciudad [Riohacha], unos y otros por el cardonal inmediato a embestir los caballos del rey y la demás hacienda, con tal desgracia que no se pudo remediar nada con el auxilio que se les dio, porque cuando llegaron, ya habían arrebatado las bestias y herido un miliciano [...] en fin, la función duró hasta las diez y sólo murió el sargento encargado de las bestias nombrado Juan Josef Socarrás...”, describe una carta de una residente de Villa Pedraza a su hermana quien se encontraba en Riohacha a inicios de mayo de 1769.
Los hechos narrados en el fragmento corresponden al alzamiento militar protagonizado por indígenas wayuu el 2 de mayo de 1769 en lo que hoy conocemos como el departamento de La Guajira, Colombia. De las líneas emana un sentimiento de miedo y describen la fiereza con que varias comunidades wayuu se levantaron en contra de las autoridades españolas y vecinos hispano-criollos de la provincia de Riohacha.
Fue así como la gran nación wayuu escribió un capítulo en la gesta independentista mediante aquélla epopeya conocida como la “rebelión wayuu del 69”, un hecho de connotadas proporciones que no fueron agregadas a las páginas de la historia oficial colombo-venezolana.
Precisamente el festival de la cultura wayuu en su edición 24 de este año abordó como eje temático “El Bicentenario y la Gran Nación Wayuu” en un foro que contó con la participación de historiadores reconocidos como el antropólogo Weilder Guerra Curvelo, premio nacional de cultura en el área de antropología 2001-2002, José Polo Acuña, director del programa de historia de la Universidad de Cartagena, y el magíster en historia de la Universidad de Colombia, Vladimir Daza Villar, quienes junto a un grueso número de asistentes se dieron a la tarea de reescribir la historiografía oficial hispanoamericana.

La otra rebelión
Weilder Guerra Curvelo parte al decir que existen nuevos enfoques en el estudio de los procesos independentistas protagonizados por diversos sectores populares. “Valga la cercanía al Bicentenario del proceso de independencia de Colombia y Venezuela para que en este marco del festival de la cultura wayuu reflexionemos sobre los alzamientos indígenas. Estos enfoques están centrándose en la participación de los heterogéneos sectores populares más que en figuras heróicas habitualmente resaltadas por la historiografía convencional”, fundamenta Curvelo.
“Estas nuevas perspectivas dirigen su atención a lo que historiadores como Eric Van Young [EE.UU] han llamado la otra rebelión en la que fueron protagonistas diversos grupos sociales como negros, campesinos e indígenas que resistieron el orden colonial español y sus proyectos de modernización buscando preservar sus territorios, conservar sus sistemas normativos y, en general, sus formas de vida y de interacción con otras comunidades humanas próximas o distantes en términos geográficos”, argumenta.

La chispa detonante
Según Curvelo, la segunda mitad del siglo dieciocho fue un periodo caracterizado por grandes alzamientos indígenas en América. “Entre estos se encuentra la llamada Insurrección de los Andes que se llevó a cabo entre 1742 y 1782, cuyas figuras centrales fueron Tupaj Amaro y Tupaj Katari, en las tierras altas que hoy llamamos peruanas y bolivianas”, menciona.
Prosigue el historiador y contextualiza los levantamientos indígenas en continente americano con el alzamiento ocurrido el 2 de mayo de 1769, mencionando de antemano que la posesión del ganado estuvo con frecuencia en el centro del conflicto. “Los frecuentes hurtos de animales servían de pretexto para tomar grandes cantidades de estos a los nativos como lo expresaba en 1772 un vecino de Riohacha al Virrey Mesia de la Zerda: la maniobra principal de aquella campaña para que tuviese un feliz éxito, consistía en quitarles los ganados a los yndios que es en lo que fundan su principal soberbia”, acotó.
“La revuelta se inició en los poblados indígenas cercanos a Riohacha como eran el Rincón, Laguna de Fuentes, La Cruz, Cercadillo, Orino y Cayuz. Una expedición armada que debía marchar hacia el territorio de los indios cocinas a reprimir sus constante hurtos de ganado se dedicó a cometer atrocidades contra los indígenas guajiros pastores [wayuu] poseedores de ganado que nada habían tenido que ver con dichos hurtos”, narra.
Enfatiza el especialista en antropología que la reacción de los grandes jefes nativos de la época fue tan rápida como feroz. “Quemaron los poblados y hatos existentes, dieron muerte a religiosos y a decenas de milicianos y civiles que se encontraban en el territorio guajiro y rechazaron con violencia las oleadas de represión y las partidas de refuerzos del Valledupar llegaron a sofocar este alzamiento”, agregó.

Próceres wayuu
Por su parte, el historiador colombiano José Polo Acuña, planteó durante su ponencia en el foro “Bicentenario y la Gran Nación Wayuu” que el suceso de mayo del ´69 ha sido olvidada la participación de los wayuu en el período de la independencia. “Es un hecho totalmente borrado, incluso en la misma época de emancipación, entre 1810 y 1830 aproximadamente”, precisa.
En consonancia con su exposición, Acuña, en una publicación titulada “1769: rebelión wayuu”, menciona que la incursión militar del 2 de mayo no fue homogénea, “algunas parcialidades estuvieron más comprometidas directamente y otras apoyaron de manera indirecta al alzamiento”. “Quienes tomaron parte decisiva fueron las parcialidades cercanas a Riohacha que se encontraban en los pueblos del Rincón, Orino, La Cruz, Camarones, Manaure, Boronata, entre otras. Las que residían en la Alta Guajira (norte) apoyaron con armamento e información a los alzados en armas”, explica.
Para Acuña, los líderes sobresalientes fueron ‘El Capitancito’, del pueblo del Rincón, y ‘Juan Jacinto’, de Bahía Honda. “Otros jefes sin embargo también participaron como fue el caso de ‘Antonio Paredes’, de Chimare; ‘Pacho Gámez’, de Manaure y Carrizal; ‘Chepe’ de Bolombolo y Félix Cigarroa, del pueblo de La Cruz.
“Detrás de estos jefes estaban los numerosos indígenas combatientes, cuyos nombres ni apodos aparecen en la documentación oficial”, sentencia el investigador.

Autonomía territorial
Finalmente, el catedrático, doctorado en historia de la Universidad Central de Venezuela, basado en una reciente historiografía que en asume en nuevos términos el papel desempeñado por los grupos populares, expone que para el período 1810-1830, el territorio de la Guajira y su población indígena habían recuperado en un alto grado su autonomía. “Al final del siglo dieciocho, los españoles ya se habían retirado de la Guajira, y la república sólo se circunscribe a Riohacha y sus alrededores. Cuando culmina el proceso de independencia y la lucha militar por los territorios, los wayuu controlaban el 99 porciento de sus tierras, la república no tenía efectivamente acceso ni control sobre esas zonas”, infiere.
Relata que para la época habían desaparecido las misiones capuchinas y los pueblos con intentos de refundarse después del alzamiento armado de 1769. “Riohacha y Sinamaica fueron los únicos poblados que pudieron mantenerse en pie en medio de la presión nativa”, concluye.


“Los caudillos wayuu lucharon por preservar su autonomía política, económica y cultural, por defender su territorio, su forma de vida y su lengua. Sus nombres no se encuentra hoy en los textos de historia, ni en los oleos de los héroes, ni en el papel moneda de nuestro país. Acaso sobrevivan en los cantos épicos llamados jayeechis que los borrachitos wayuu cantan cuando se sienten nostálgicos y desean evocar un pasado familiar grandioso y memorable”.
Antropólogo Weilder Guerra Curvelo, conclusión en el foro “Bicentenario y la Gran Nación Wayuu, realizado en el XXIV Festival de la Cultura Wayuu, mayo de 2010

La Asamblea Departamental declara el 2 de Mayo como el Día de la Guajiridad, en conmemoración de la defensa del territorio y la cultura propia mediante la sublevación de todas las comunidades wayuu contra la administración española en Riohacha y la Guajira


PUBLICADO EN WAYUUNAIKI

FOTO: CORTESÍA WUILDER GUERRA CURVELO

El peligro cierne sobre indígenas colombianos





Informe de Amnistía Internacional
2009: Un año crítico para los indígenas colombianos

Amnistía Internacional ha denunciado hoy martes un aumento de los ataques contra los indígenas a lo largo y ancho de Colombia durante 2009, lo que ha hecho que muchas comunidades estén luchando para sobrevivir.

La organización culpó a los grupos guerrilleros, las fuerzas de seguridad y los grupos paramilitares de los abusos, que incluyen homicidios, desapariciones forzosas y secuestros, amenazas, abusos sexuales contra mujeres, reclutamiento de niños y niñas soldados, desplazamiento forzoso y persecución de dirigentes indígenas.
“Los indígenas sufren cada vez más ataques en Colombia —ha afirmado Marcelo Pollack, investigador sobre Colombia en Amnistía Internacional—. Se les está matando y amenazando, se les está obligando a participar en el conflicto armado y se les está echando de sus tierras.”
“Ya es hora de que el gobierno colombiano asuma seriamente sus obligaciones y actúe de inmediato para proteger a los pueblos indígenas.”
Según cifras de la Organización Nacional Indígena de Colombia, al menos 114 mujeres, hombres, niños y niñas indígenas fueron víctimas de homicidios y miles fueron víctimas de desplazamiento forzoso solamente en 2009.
Amnistía Internacional también ha declarado que las autoridades rara vez investigan los crímenes que se cometen contra los indígenas. Miles de indígenas se han visto obligados a desplazarse de sus tierras porque suelen vivir en zonas de intenso conflicto militar y ricas en biodiversidad, minerales y petróleo. Muchas comunidades indígenas más no han podido salir de sus territorios porque los grupos armados han sembrado minas terrestres en las zonas adyacentes.
Las partes del conflicto también han bloqueado el acceso a la comida y a medicamentos esenciales, afirmando a menudo que estos suministros están destinados al enemigo. Todas las partes del conflicto han ocupado escuelas y las han usado como bases militares, mientras los maestros siguen siendo vulnerables a los ataques físicos, lo que impide a las comunidades indígenas tener acceso a la educación.
“A menos que las autoridades actúen con rapidez para proteger a los pueblos indígenas en Colombia, existe un riesgo real de que muchos desaparezcan”, ha manifestado Marcelo Pollack.
Los indígenas awá se vieron especialmente afectados en 2009 y más de la mitad de los indígenas víctimas de homicidio durante ese año pertenecían a este pueblo.
Los awá son propietarios colectivamente de las tierras y los ríos del resguardo (reserva indígena) de El Gran Rosario, en el municipio de Tumaco, perteneciente al departamento suroccidental de Nariño.
Viven en una zona de importancia estratégica para las partes en conflicto en la que actúan la guerrilla de las FARC y el ELN, grupos paramilitares y bandas de narcotraficantes, además de las fuerzas de seguridad colombianas.
A las 5 de la mañana del 26 de agosto de 2009, hombres con uniformes militares, armados y encapuchados atacaron la comunidad de El Gran Rosario, mataron a 12 awá, entre los que había seis niños y niñas y un bebé de ocho meses, y dejaron heridos a algunos más. Entre las personas muertas estaban Tulia García y sus hijos. El 23 de mayo de 2009, Tulia García había sido testigo del homicidio de su esposo, Gonzalo Rodríguez, a manos de soldados de las fuerzas armadas, y posteriormente había recibido amenazas.
Tras la masacre de agosto, 300 awá, entre los que había 100 niños y niñas, abandonaron sus casas, bienes y medios de vida y huyeron a Tumaco. Semanas después de su llegada continuaban viviendo en refugios que ellos mismos habían construido o durmiendo a la intemperie. Los alimentos y el agua eran escasos y no había instalaciones de saneamiento.
El 4 de febrero de 2009, las FARC mataron a 15 awá, entre ellas dos mujeres embarazadas, en el municipio de Barbacoas, departamento de Nariño.
Amnistía Internacional ha pedido a quienes participan en el conflicto, incluidos los grupos guerrilleros y las fuerzas de seguridad colombianas, que respeten los derechos de los pueblos indígenas a no ser arrastrados a las hostilidades y que respeten los territorios en los que viven y de los que depende su subsistencia.
Los 40 años de conflicto armado de Colombia han afectado a millones de personas en todo el país, dejando un saldo de decenas de miles de muertos, torturados y víctimas de desaparición forzosa. La inmensa mayoría de las víctimas son civiles.
Este trabajo se enmarca en la campaña Exige Dignidad de Amnistía Internacional, destinada a poner fin a las violaciones de derechos humanos que conducen a la pobreza global y la agravan. La campaña movilizará a personas de todo el mundo que pedirán a gobiernos, empresas y demás instituciones influyentes que escuchen las voces de quienes viven en la pobreza y reconozcan y protejan sus derechos. Si deseas más información, visita el sitio web de Exige Dignidad.

Poco ha cambiado la historia del pueblo wayuu desde que empezó el proyecto colonizador Cada 9 de agosto y desde 1994 se celebra el día i...