Leonel López
La ruptura diplomática que estalló desde la semana pasada entre Venezuela y el vecino país Colombia empieza a generar su efecto dominó. En lo que respecta al límite fronterizo entre ambas naciones marcado por una línea imaginaria que separa al municipio Guajira y el departamento de La Guajira colombiano, se percibe un alto grado de tensión con epicentro en el conocido sector La Raya.
Allí, los mecanismos de control, de lado y lado, se han vuelto estrictos en los últimos cinco días, el Servicio administrativo de identificación, migración y extranjeria (Saime) y Guardia Nacional, de este lado, mientras que el Departamento administrativo de seguridad (Das) y policia nacional, al otro extremo, revisan todo, quien entra, quien sale, el tráfico vehicular aminoró de golpe, a orillas de la troncal la flotilla de camiones cisternas de las cooperativas wayuu de combustible permanecen estacionados, los vendedores ambulantes “maicaeros” esperan varados con su “merca” (mercancía) al otro lado, y el bolívar fuerte se debilita ante un fortalecido peso colombiano que se ubica en 23 céntimos por moneda.
“Dado que las relaciones se han roto, ya se percibe el impacto de las diferencias de Chávez y Uribe en el comercio, y nosotros desde hace mucho tiempo nosotros vivimos del intercambio comercial, tanto del lado venezolano como del lado colombiano. Esto también impacta en gran manera en el ideal de integración latinoamericana de nuestro libertador Simón Bolívar”, comenta José Quintero, habitante de la frontera.
Asimismo, Delia González, coordinadora de la organización binacional de mujeres wayuu, expresa de forma indignada: “los wayuu estábamos esperanzados en que al fin habría armonía en la frontera, y ahora ocurre esto. Nosotros los wayuu estamos acostumbrados a vivir sin mirar esta linea de separación que hay acá en la frontera, a los cuerpos de seguridad de acá les pasamos por un lado, y por eso los gobiernos deben tomarnos en cuenta como habitantes de la frontera quienes somos los más perjudicados en estos conflictos”, expresó muy categórica la dama wayuu.
“Es muy delicado los que hacen esos dos-expresa molesto un vendedor del mercado Los Filuos quien no quiso revelar su nombre- no estoy de acuerdo con lo que hacen, porque que tal si se forma una guerra entre las dos naciones, y no queremos eso, queremos paz!”, enfatiza.
A medida que transcurren los días, la presión tensa más la cuerda en la Guajira colombo venezolana, un puñado de almacenadoras adyacentes a la sede del Servicio Nacional Integrado de Administración Aduanera y Tributaria (Seniat) en la localidad de Guarero permanecen con sus puertas cerradas, miles de empleos directos e indirectos tambalean muy lejanos de Miraflores y la Casa de Nariño, y mientras tanto, según Oscar González, cooperativista wayuu, sólo un sector saca partido de la situación y obtiene ganancias sustanciosas de las peleas Chávez-Uribe: el contrabando de víveres y combustible.
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