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martes, 19 de febrero de 2013

LA MUJER WAYUU: CULTURA, TERRITORIO Y PAZ
Por Elizabeth Zamora Cardozo
 

En el conflicto colombiano nuevos actores comparten el escenario con quienes tradicionalmente han protagonizado la guerra. Narcotráfico, guerrilla, paramilitarismo, violencia estatal, delincuencia común, intereses trasnacionales y todas las combinaciones posibles entre estos, han identificado la escena político-social de Colombia actual. Y en este contexto, los indígenas -víctimas de masacres y desplazados de sus territorios- han sido unos de los grupos de mayor vulnerabilidad.
Según la Organización Nacional Indígena de Colombia, ONIC, treinta y cuatro de los ciento veinte grupos indígenas por ellos registrados, están en peligro de extinción (1). Los wayuu habitan en la Península Guajira compartida por Venezuela y Colombia, en un territorio donde se encuentra la mina de carbón “Cerrejón”, una de las más grandes del mundo. Es rico en gas y además está ubicado frente al mar Caribe, zona estratégica para cualquier tipo de comercialización, especialmente la relacionada con el narcotráfico. Son el grupo indígena más numeroso de ambos países. Para 2011 se calcula que habitan en Venezuela y Colombia aproximadamente 400.000 indígenas pertenecientes a esta etnia.
Ha sido un pueblo guerrero que se supo mantener al margen de las luchas internas de Colombia. Aunque han manejado algunas disputas entre clanes utilizando las armas, su sistema judicial, el suküuopai wayuu, estimula la resolución de conflictos pacíficamente. Para ello se valen de la intervención de “los palabreros”, hombres sabios de la comunidad que tratarán de encontrar soluciones sirviendo de mediadores entre los adversarios. Los designios de los espíritus y el poder de la palabra, son centrales en la resolución de contiendas. Sin embargo, esta etnia al igual que otros grupos indígenas de Colombia, ha tenido que convivir con un tipo de violencia que hasta ahora, les era desconocida.
La de Bahía Portete se ha convertido en una masacre emblemática en Colombia. Ocurrió un 18 de abril de 2004 en el Departamento de la Guajira. Allí fueron asesinadas tres mujeres, una niña y dos hombres pertenecientes a la etnia. Todos los habitantes del caserío huyeron hacia Maracaibo en Venezuela, y hacia Rio Hacha en Colombia. Seiscientos wayuu se convirtieron en “desplazados”.
Un grupo paramilitar dirigido por Jorge 40, llegó una mañana al caserío sembrando el terror. Tenían claros sus objetivos: mujeres lideresas de la comunidad.
Se dirigieron a la casa de Margoth Fiance Epinayu de 70 años, fundadora de la Asociación Indígena de Autoridades Tradicionales. Margoth contaba historias de la playa y mitos de mujeres que se convierten en aves. Se oponía rotundamente a la alianza con estos grupos. Era de mañana. Los hombres habían salido a pastorear y a pescar. En la aldea se encontraban sólo mujeres, ancianos y niños. Ángela Pushaina vio a los paramilitares. Le gritó a su hija Reina Fince Pushaina de 13 años que avisara a su tía Rosa Fiance Uriana (una de las lideresas de la comunidad) que los alijunas(los blancos) se acercaban. Reina corrió por aquel desierto como saben hacerlo las niñas wayuu. Alcanzó a dar el recado y huyó junto a sus tías Rosa y Diana. Pero la fatalidad les hizo equivocar la dirección. Los encontraron de frente.
A Rosa la asesinaron con la crueldad a la que ellos acostumbran. Como forma de escarmiento hacia “ellas”; le cortaron los senos. Se sabe por testigos que Diana y la niña también fueron asesinadas. Sus cuerpos no han sido encontrados, lo cual les limita según la tradición wayuu, el ritual del entierro. Se les niega el camino al Jepirrá(lugar sagrado) y la ascensión a la Vía Láctea.
El cuerpo femenino fue tomado como objetivo de guerra; personificando mutilamiento y destrucción. En la cultura wayuu, la mujer es identificada con la tierra. Representa linaje, memoria y tradición. No participan directamente de la guerra. Junto a los niños son intocables. En los momentos de enfrentamientos entre clanes, son las únicas que pueden desplazarse de un lado a otro y tocar los cadáveres. Los limpiarán y prepararán para el entierro. Sirven de puente en el paso hacia el otro mundo.
Escondidos entre los árboles, algunos wayuu presenciaron los hechos. Los paramilitares profanaron el cementerio. También sueños y recuerdos. Hicieron del territorio, de la casa; un infierno. Uno de los rituales sagrados para los wayuu es el segundo entierro. Después de cinco o siete años, los difuntos anuncian a través de sueños que ya es el momento del ritual. Es entonces cuando el alma alcanzará la paz eterna. El descanso de los difuntos es también el descanso de los vivos, pero “ante tanta matanza, en esta masacre, los espíritus de los difuntos no están en paz, ni nosotros tampoco”.(2)
Tres días después de los sucesos, el 21 de abril de 2004, cinco mujeres escogidas por la comunidad se dirigieron hacia Bahía Portete. A Rosa la reconocieron por su manta. A Margoth se la llevaron envuelta en unas sábanas blancas. Recorrieron los cardones. Se internaron entre los matorrales. Aterrorizados y hambrientos encontraron a sus paisanos. Allí estaban los ancianos que no tuvieron fuerzas para huir.
En abril de 2005 al cumplirse un año de los sucesos, más de cuatrocientos wayuu fueron a recordar a sus muertos. Fue el primer Yanama, un ritual a través del cual se intenta lograr el regreso a Bahía Portete. Un lugar que no sólo necesita ser reconstruido en términos de infraestructura, sino simbólicamente. Cada año desde 2005 se reúnen con otros grupos indígenas que participan de la ceremonia junto a algunos alijunas. Las mujeres tejen. Todos conversan, bailan. Realizan actividades cotidianas. Lloran, recuerdan, narran, ríen. Se sumergen en todo aquello que se les torna negación de la violencia. Sanan un territorio que les ayuda también a sanar sus propias heridas. Sus vidas. Los Yanamas se han convertido en el sueño por la recuperación de los símbolos ancestrales. Significan según Deborah Barros, familia de las víctimas y directora de la Asociación: Mujeres Tejiendo Paz: “tratar de curar no sólo la parte ritual asociada al llanto de los muertos, sino la determinación de no dejarse despedazar culturalmente” (3) Para el 2011, después de siete años de la masacre, los wayuu continúan desplazados. Unos en Maracaibo-Venezuela, otros en Rio Hacha-Colombia. Regresar a Bahía Portete, se ha convertido en una expresión de lucha por el territorio. No sólo para ellos, sino también para todos aquellos desplazados de Colombia.

Mujeres wayuu: “somos símbolo de paz”
Después de los sucesos de Bahía Portete, las mujeres se organizaron aún más. Entre las manifestaciones de prestigio femenino está la capacidad de conocer los secretos del tejido. Realizan figuras que son valoradas de acuerdo a su grado de complejidad. Esto las hace poseedoras de las capacidades de wale’kerüu quien enseñó a tejer a todos los wayuu. El tejido es también una de las principales fuentes de sustento familiar. Es el cielo. Es la tierra. Pretenden a través de la condición que las hace tejedoras de los hilos de la vida, construir la paz. A partir del seguimiento de algunas de las actividades de la organización “Mujeres Tejiendo Paz”, hemos observado que entre ellas, las nociones de cultura, territorio y paz, no se muestran como externalidad, sino como “propio ser”. “Somos símbolo de paz” es uno de sus preceptos. Sus cuerpos que fueron tomados como objetivos de guerra y de destrucción, ahora, dentro de su propia vulnerabilidad, se reconvierten en poder. En fuerza. Se constituyen como territorio resimbolizado y resignificado.
Después de las situaciones de violencia vividas, las mujeres wayuu hacen tangibles la búsqueda de paz valiéndose del poder que les confiere el rol que culturalmente han desempeñado como expresión del linaje y de la tradición oral. De la condición de no participar directamente en las guerras. Y del carácter sagrado que les es propio ante cualquier disputa. Se reapropian de aquello que se les pretendió arrebatar, tornándose representación y esencia universal para reconstituirse y recuperarse como pueblo. Como territorio.

Notas.
(1)http://www.acnur.org/t3/pueblos-indigenas/pueblos-indigenas-en-colombia.
(2) http://www.acnur.org/pais/docs/617.pdf?view=1
(3) http://www.1325mujerestejiendolapaz.org/
BIBLIOGRAFÍA
ACNUR.“Indígenas colombianos sobrevivientes recuerdan aniversario de
masacre entre la esperanza y el miedo al futuro”. 2005
Grupo de Memoria Histórica. Mujeres wayuu en la mira. Bogotá. CNRR - 2010.
http://www.acnur.org/index.php?id_pag=3500
http://www.acnur.org/pais/docs/617.pdf?view=1
http://www.1325mujerestejiendolapaz.org/
Molano, Alfredo.”La Masacre no fue Guerra”. 2004
http://derechos.org/nizkor/colombia/doc/molano2.html
Organización Nacional de Indígenas Colombianos (ONIC). 2007.
http://www.onic.org.co/nuevo/documentos.shtml
Perrin, Michel. El camino de los indios muertos. Caracas, Monte Ávila eds., 1977.
Zamora C., Elizabeth. "La cosmogonía wayuu y la masacre de Bahía Portete".Libro Aniversario de la Escuela de Estudios Políticos de la Universidad Del Zulia. Venezuela. Edit.Astro Data.

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