El matrimonio wayuu no es una venta
Los medios de comunicación han registrado la detención en calidad de indiciado de un motociclista de Santa Marta que hacia vida marital con una menor wayuu de quince años de edad. El detenido alegó haber contado con el consentimiento de los padres de la joven indígena para contraer matrimonio a la usanza tradicional y declaró haber entregado una suma de dinero en efectivo como parte de los elementos materiales usualmente aportados en el matrimonio wayuu. La entrega de la joven a este desconocido al parecer se acordó en setenta y dos horas. Una fiscal le puso posteriormente en libertad al no encontrar méritos para mantenerlo detenido dado que los padres de la joven indígena corroboraron la versión del indiciado. Este hecho lleno de vacíos, de informaciones contradictorias e indicios inquietantes ha llevado a funcionarios, periodistas y ciudadanos a preguntar ¿qué es en realidad el matrimonio wayuu?
En las sociedades no industriales, en donde no prevalece la idea del amor romántico, el matrimonio es un asunto del grupo más que de los individuos. Una de las funciones claves del matrimonio es unir a diferentes familias y grupos de parentesco. Estas agrupaciones humanas se proponen evitar el incesto y regular diferentes asuntos: como el acceso sexual entre hombres y mujeres, la división del trabajo entre ambos, satisfacer necesidades de afecto y compañía y asignar responsabilidades en el cuidado de los niños. En algunas sociedades hay matrimonios por servicios. El hombre debe quedarse a vivir en el asentamiento de su suegro por un tiempo variable. Esto es frecuente entre grupos amazónicos pero ha existido en otros lugares. La Biblia nos proporciona casos ilustrativos como el matrimonio de Jacob con su prima Raquel, hija menor de Labán por la que debe trabajar siete años. Ello se conoce en el lenguaje antropológico como brideservice.
Otro tipo de matrimonio está asociado a la entrega de diversos elementos materiales para acceder a la novia. En este caso se trata de compensar al grupo de parientes de la novia por la pérdida de su compañía y su trabajo y de reconocer la posición social del grupo de parentesco de la novia. Esto puede conocerse en términos etnográficos como bridewealth. En ningún caso se trata de una venta o de la trata de seres humanos. Entre los wayuu se entregan elementos como ganado y collares que no solo tienen un valor material sino que gozan de una valoración estética y simbólica. La compensación entregada por el novio le da también en su futura condición de padre una relativa autoridad sobre la vida de sus hijos. El novio es visto como una persona inmersa en un grupo de parientes social y jurídicamente equivalentes y no como un individuo aislado. Las mujeres son consideradas personas dotadas de capacidad de agencia que gozan de una importancia social similar a la de sus parientes uterinos y tienen autonomía en el manejo de sus bienes materiales. Siglos antes de que existiese el divorcio en lo que hoy llamamos Colombia la mujer wayuu podía por derecho poner fin a la unión matrimonial cuando existía maltrato por parte de su marido.
Preocupa el que personas no indígenas estén buscando menores wayuu con propósitos impensables y accedan a ellas como quien adquiere objetos en un supermercado. Preocuparía aún más el que unas pocas familias wayuu, llevadas por la ambición o la necesidad material, accedan a la entrega de sus hijas desvirtuando una institución milenaria que ha sido un pilar de su organización social y de su permanencia en el universo como grupo humano hasta hoy.
Por Weildler Guerra
wilderguerra©gmail.com
Publicado por EL HERALDO
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