La explotación silenciosa de la mujer artesana wayuu
Las mochilas wayuu son muy procuradas en Europa y Estados
Unidos, alcanzando un valor hasta 300 y 600 $. No obstante, es un tema
inquietante que sus propias artífices sólo perciben ganancias irrisorias a
través de la venta de sus creaciones.
Leonel López / Colombia
En la obra “La leyenda de Waleker”, magistralmente
recopilada y con exquisita narrativa plasmada por el maestro Ramón Paz Ipuana,
se cuenta el mito de una niña huérfana llamada “Wokoloonat” que fue encontrada
en un bosque por un cazador llamado Irunnu, quien decidió adoptarla como hija y
llevarla a su rancho. Por las noches Wokoloonat se transformaba en una hermosa
doncella y mientras todos dormían, ella de su boca extraía un hilo fino y
luminoso de vistosos colores con el cual empezaba a enhebrar tejidos
policromáticos toda la noche y hasta despertar el alba. Su nombre real era
Waleker, que en idioma Wayuunaiki significa “araña”, y según cuentan los
ancianos, fue quien enseñó a los wayuu el arte del tejido.
Podría decirse que la manifestación cultural por excelencia
más emblemática del pueblo wayuu es su artesanía. Sus tejidos son mundialmente
conocidos, constituyéndose en un negocio atractivo y lucrativo en Estados
Unidos, países de Europa y del continente asiático como Corea del Sur, cientos
de páginas web inundan la internet con estantes ofreciendo las “wayuu bags”,
pronunciación en inglés de las mochilas wayuu; en reconocidas tiendas virtuales
como ebay.com y amazon.com se pueden apreciar los susús en venta, cuyos precios
oscilan en ese mercado de la red entre 100 y hasta 600 dólares.
Es tal el impacto causado por el bolso tradicional wayuu en
el mundo de la moda que el periódico The New York Time dedicó un artículo a
este tema y en donde lo define como “un elemento de culto”. “Parece que es la
bolsa tribal icónica, la mezcla perfecta de lo exótico y lo elegante”, dijo en
esa publicación Anne Slowey, un crítico de la moda.
Considerando el estatus alcanzado por las llamadas “wayuu
bags” en el exterior, no se explica entonces que siendo la artesanía wayuu un
producto con sello de exportación, ansiado y costoso en el extranjero, sus artífices, las mujeres
wayuu, quienes día a día dedican buena parte de su tiempo a elaborar
meticulosamente cada bolsa, muchas de ellas y sus familias viven en condiciones
de pobreza extrema y miles de niños sufren los embates de la desnutrición,
cuando detrás de sus creaciones se mueve una gigantesca red de especulación que
mueve miles y miles dólares.
Un arte no valorado
La artesana y vendedora de mochilas, Gloria Flores Uraliyuu,
sostiene que es poco lo que se gana en cada venta de sus productos, el margen
de ganancia se ubica entre 3 mil y 5 mil pesos por cada creación. “Las mochilas
multicolor se venden en 55 mil pesos aquí en la “Primera” (Riohacha), y las
unicolor en 45 mil pesos cada una”, apunta.
“Por ejemplo, en una mochila de un solo color se invierte
hasta 3 días, dedicando tiempo completo, mientras que en una multicolor se
lleva entre 4 y 5 días tejerla. En las mochilas de un solo color se invierte
medio kilogramo de hilo que nos cuesta 11 mil pesos, en tanto que en la
elaboración de un bolso multicolor se invierte 12 unidades o “peloticas” de
hilo, que tienen un costo aproximado de 1300 pesos cada una”, dice.
Esta joven artesana considera que el trabajo de las
tejedoras generalmente no es valorado, vienen compradores llamados también
intermediarios de otras regiones del país o del exterior buscando adquirir sus
tejidos a un costo sumamente bajo. “Hace poco vi a una señora que bajó de una
ranchería y un señor empezó a regatear sus mochilas multicolor y se las compró
a 20 mil pesos cada una, a veces hasta le meten billetes falsos. También hay
alijunas que si consideran nuestra labor como el caso de un señor del
extranjero que le compró a mi mamá sus mochilas a un precio justo, pagó 100 mil
pesos por cada mochila”.
Rafael Uraliyuu, de la comunidad de Kabras, lleva ocho años
la elaboración y venta de mochilas, y quien solo manifiesta pérdidas en el
negocio. “Practicmante vendemos mochilas por vender, porque no se le gana
mucho, máximo son 5 mil pesos de ganancia por la venta de cada una, hay muchas
personas que vienen a comprarlas muy baratas, pagan cuando mucho 40 mil pesos y
luego la revenden hasta en 100 o 200 mil pesos”, afirma.
“Con una ganancia de 3 mil pesos no se puede vivir, en mi
familia todos nos dedicamos a este oficio y somos más de 40 personas, la gente
no valora nuestro esfuerzo y nuestro trabajo es malpagado”, denuncia Rafael
Uraliyuu.
Violencia en contra de la mujer artesana
Paula Restrepo, directora de la fundación “Talento
Colectivo”, quien asumió como reto personal la promoción del comercio justo de
las artesanías en Colombia, sostiene que la mujer wayuu, en estos momentos, se
encuentra en condiciones de vulnerabilidad en el comercio de sus artesanías.
Según Restrepo, el problema de comercio injusto de la artesanía wayuu empieza
en el momento en que los derechos de la mujer wayuu son vulnerados a través de
la venta de sus mochilas. “A diario se pueden observar mujeres wayuu llegar al
mercado a las 5 de la mañana desde las rancherías a vender sus artesanías,
muchas veces sin saber hablar español y donde no existen condiciones de
derecho. Estamos frente a una situación en donde se configura una situación de
violencia en contra de la mujer wayuu, que representa a una familia, que viene
sola, que no habla bien el español, y que le pagan lo quieren pagarle por su
trabajo”.
Para ella no representa un problema cuánto cuesta una
mochila en Francia, Alemania o en Italia, sino lo que ocurre dentro de las
comunidades wayuu. “Qué está pasando aquí, cómo se está abordando esta
problemática, quién está ejerciendo la defensa de los derechos de unas mujeres
que son atropelladas al momento de vender sus creaciones, quién se ha puesto a
analizar esta situación”, observa.
“Mientras la mujer wayuu no tenga una cadena de respaldo,
siempre vendrá otro más vivo a tratar de sacar la mercancía bajo la lógica del
comercio convencional al precio más barato, pero a nadie le importa esa señora
cómo se llama, cuántos hijos tiene, si el dinero le va alcanzar, si está
perdiendo plata, la lógica del comerciante en estos momentos no tiene nada que ver
con derechos humanos, ellos quieren mercancía barata a cualquier precio”,
sostiene.
Con tono firme, asegura que la labor de las artesanas wayuu
se encuentra en pérdida total de ganancias. “Se sabe que la mujer wayuu está en
pérdida, no es un negocio que represente ganancia, y eso se puede leer
fácilmente al analizar que si las mujeres wayuu tejen tanto y no paran de
trabajar, porqué se encuentran en circunstancias de dificultad real económica y
pueden llegar a derivarse hasta en casos de desnutrición?”, se pregunta.
Tejido wayuu a la intemperie
Bajo un mercado agresivo plagado de especuladores que buscan
arrebatar sus creaciones a precios irrisorios, vale la pena revisar cuáles son
los mecanismos de protección con los cuentan las artesanas wayuu en Colombia y
Venezuela.
En el caso de las comunidades indígenas venezolanas,
actualmente se encuentran blindadas con poderoso marco jurídico que reconoce y
protege sus usos y costumbres, partiendo del capítulo ocho de la constitución
venezolana, de la cual, a su vez, se desprenden otras legislaciones como la ley orgánica de pueblos y comunidades
indígenas, ley de patrimonio cultural de los pueblos y comunidades indígenas
(2009), y la ley de artesanos y artesanas indígenas, además del tratado
internacional suscrito conocido como el convenio 169 de la Organización
Internacional del Trabajo (OIT).
Mientras que en Colombia, las artesanas wayuu y sus tejidos
tradicionales se encuentran prácticamente a la intemperie desde el punto de
vista legal, su constitución en su artículo 8 menciona de forma muy somera “la
protección de la riqueza cultural de la nación”, la ley 21 de 1997 adopta de
igual manera el convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo
(OIT), por tanto, no existe una ley que se ocupe directamente de las artesanas
indígenas y de sus productos.
Y en lo que concierne a la labor artesanal de las mujeres
wayuu, sólo cuentan con la distinción de Denominación de Origen desde diciembre
de 2011, aprobado por Artesanías de Colombia, entidad adscrita al ministerio de
industria y turismo, “este es un distintivo que certifica que determinado
producto es originario de una región o país y por lo tanto cuenta con la
reputación y características provenientes de dicha zona geográfica”, se lee en
el portal artesaníasdecolombia.com.
“Las medidas de control como la Denominación de Origen,
pueda que funcionen efectivamente dentro del territorio colombiano, pero para
proteger nuestros conocimientos tradicionales, así como otros aspectos
relacionados al patrimonio cultural, intelectual e inmaterial del pueblo Wayuu
e incluso de los pueblos indígenas en general, se deben aplicar instrumentos
internacionales relacionados con la protección de estos derechos, incluyendo el
derecho al consentimiento previo, libre e informado que nos asiste”, sentencia
la activista wayuu de derechos humano Karmen Ramírez, en un artículo publicado
para el portal “Las 2 Orillas”.
Material suministrado por Fundación Telento Colectivo
Publicado en Periódico WAYUUNAIKI, edición 202