Visitante

miércoles, 4 de septiembre de 2019

Poco ha cambiado la historia del pueblo wayuu desde que empezó el proyecto colonizador

Cada 9 de agosto y desde 1994 se celebra el día internacional de los pueblos indígenas, según las Naciones Unidas, “representan el 5 por ciento de la población mundial, y se encuentran entre las poblaciones más desfavorecidas y vulnerables, representando el 15 % de los más pobres”.

No tuvo mucha relevancia el día internacional de los pueblos indígenas el pasado 9 de agosto cuando se conmemoró la efemérides. Uno que otro candidato, aprovechando la ocasión para hacer proselitismo político, e intermitentes saludos de simpatizantes de los grupos originarios colgado en la redes sociales, pero por encima del acostumbrado desinterés que muestra gran parte de la sociedad actual, no deja de tener notabilidad las vicisitudes que día a día enfrentan los pueblos y comunidades indígenas. Celebración va, celebración cada año, se aprueban leyes y decretos en muchos países, cual letanía se habla de la reivindicaciones, de ayudas para “nuestros indígenas”, de saldar deudas históricas, y ciertamente se ha avanzado en la creación de mecanismos de protección y se firman protocolos de entendimiento en el mundo, no obstante, porqué las condiciones de los originarios no ha cambiado mucho? Cómo es que aún muchas comunidades son objeto de amenazas, de exterminio, sus líderes son asesinados, son diezmados por enfermedades, desplazados de sus territorios en razón de proyectos mineroenergéticos o la presencia de grupos irregulares? poco se ha avanzado desde el momento mismo en que inició el proyecto colonizador. 
La Guajira, territorio ancestral del pueblo wayuu, en toda su extensión compartida entre Venezuela y Colombia, no es ajena a esa realidad, enfrenta una serie de desafíos (por llamarlos de una manera elegante), que históricamente ha padecido la “Nación Wayuu”, como suelen llamarla con aires de romanticismo.
Y aunque no es la intención hacer apología de la desgracia con este escrito, está orientado a hacer una breve radiografía de ciertos eventos que afectan al pueblo wayuu y proyectarlas, cual diapositivas, ante la conciencia del Estado y la sociedad, hechos que van sumándose a la vieja lista de situaciones que históricamente han abrumado a los wayuu.

La cara oculta de la migración
En cuanto a la situación de migrantes venezolanos que han cruzado hacia el territorio venezolano, cabe destacar que la Guajira es uno de los corredores más utilizados por migrantes para salir de Venezuela, para ello deben hacer un recorrido de más de 100 kilómetros en camionetas o las llamadas “chirrincheras”, vehículos por puesto y camiones 350, partiendo desde Maracaibo hasta la ciudad fronteriza de Maicao, superar la barrera de una veintena de puestos de control de la Guardia Nacional y ejército, pagar extorsiones por circular a través de la carretera Troncal del Caribe a la organización criminal que opera en la frontera, y cuando la salida a Colombia se hace de manera ilegal, el uso de la conocida trocha “El 80” también implica pagar a los cobradores de vacunas apostados en esa arteria vial.
Las comunidades wayuu, dada la situación económica y social que afecta al país, han migrado al lado colombiano, y aunque tradicionalmente el indígena wayuu ha circulado entre Venezuela y Colombia, ocurren situaciones donde algunos nativos que han vivido en la ciudad de Maracaibo por ejemplo, o en el mismo municipio Guajira, dada la crisis económica, se han desplazado a territorio colombiano, principalmente al Departamento de La Guajira sin documentación legal, lo que implica estar en una situación de vulnerabilidad, al no poder accesar al sistema de salud colombiano, como tampoco permite que los niños sin documentación puedan ingresar a las escuelas.
Históricamente, las comunidades wayuu en el Departamento de La Guajira han estado abandonadas por el Estado, no tienen acceso a agua potable, energía eléctrica, y otros servicios básicos, no poseen fuentes de empleo, y sus únicos medios de sustentos son el pastoreo, el cultivo y la elaboración de artesanía, los cuales se han visto seriamente afectados por el cambio climático, lo cual ha diezmado sus corrales y formas de economía tradicional, a lo que se ha sumado la llegada de familias wayuu procedentes del lado venezolano, o wayuu retornados. Ante este hecho, se han observado conflictos familiares e interclaniles al interior de las comunidades dada la ocupación repentina de los territorios, rechazo o xenofobia por parte de la misma comunidad receptora, además del empeoramiento de las condiciones de vida de las comunidades wayuu al escasear los recursos como el agua o los puestos de economía informal que previamente se han podido configurar dentro de cada territorio. 
Aunque el Gobierno de Colombia y agencias de cooperación internacional como Acnur y Consejo Noruego para Los Refugiados han implementado medidas de atención para la población migrante venezolana en el Departamento de La Guajira, las acciones en gran parte carecen de enfoque étnico, el trabajo se ha desarrollado más en cascos urbanos, y muy poco los diagnósticos en zonas rurales, lo cual invisibiliza cuántos son y qué está pasando con la población indígena wayuu que ha retornado desde Venezuela, y que actualmente se encuentra en las zonas rurales de los municipios Maicao, Uribia, Manaure y Riohacha, eso significa que se desconocen las cifras reales 80de la población indígena que se ha asentado en la Guajira colombiana.
El oscuro negocio de "Jouttai"
Desde hace varios años, en el territorio wayuu se vienen haciendo estudios de cómo aprovechar la energía del viento, un elemento natural tan importante y sagrado para el pueblo wayuu, que dentro de su cosmovisión representa a Jouttai, y que según el investigador Ramón Paz Ipuana, en su libro “Cosmovisión Wayuu y Relatos sagrados” representa al genio infecundo que preside los veranos, la sequía y la desolación. La posición geográfica septentrional de la península de la Guajira la convierten en una fuente inagotable de vientos, tantos que en el pensamiento wayuu se conocen más de 15 tipos, “cada uno con su personificación, origen, importancia, períodos y propia historia” (Ipuana, 2016).
Un estudio publicado por el Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (INDEPAZ) titulado “El viento del este llega con revoluciones”, describe en sus primeras líneas que “de manera silenciosa se está transformando a la Guajira en la primera potencia de energía eólica de Colombia con proyectos que en las próximas décadas pueden llegar a producir el 20% de toda la energía eléctrica que demanda el país”. Según este minucioso análisis sobre los proyectos de energía eólica en el Departamento de La Guajira, “se prevé que para el 2022 empiecen a operar los primeros parques, para el 2031, en el territorio wayuu de la alta y media Guajira, podrían entrar a funcionar 65 parques, con más de 2000 aerogeneradores produciendo 6 GW (gigavatio) para el sistema de interconexión nacional”.
La iniciativa de estos proyectos corresponden a 19 empresas que ya tienen torres de medición de vientos, estudios de impacto ambiental, se están tramitando exenciones tributarias, licencias, consultas, y hasta bonos de carbono de los llamados Mecanismos de Desarrollo limpio que se han promovido en el mundo después del protocolo de Kioto, según describe la mencionada publicación.
El texto plantea además que “todo está ocurriendo en forma tan vertiginosa y de bajo perfil que no lo sabe el país en su verdadera dimensión y, lo más sorprendente, tampoco tienen conocimiento informado las comunidades indígenas dueñas del Resguardo de la Alta Guajira y ni siquiera las comunidades del área inmediata de los parques, a juzgar por las visitas y entrevistas realizadas por Indepaz”.
Ahora bien, la idea no es causar alarma ni ser prejuiciosos con un proyecto cuyo modelo está basado en energía limpia y más económicas, pero ya la pésima experiencia en cuanto al uso del territorio de anteriores proyectos energéticos, debe mantener en alerta y meterle lupa a todo aquello que se pretenda ejecutar en La Guajira, una anotación importante de Camilo González Posso y Joanna Barney, autores del texto citado, es lo siguiente:
“Estamos ante una transformación energética extraordinaria y de gran significación para Colombia y el mundo. Son los primeros pasos, pero son pasos de gigante, si valoramos la magnitud de las inversiones, la potencia de las multinacionales presentes y las características del territorio. Y por estas mismas razones es urgente que las cosas se hagan bien, con seguridad jurídica y con garantía de derechos para el pueblo Wayúu que es el dueño del territorio”.
Sin embargo, los primeros pasos de estos gigantes que pronto se asentarán en la península de La Guajira ya empiezan a generar alegría en unos y tristeza en otros. Alegría para algunos porque significaría compensaciones por el uso de la tierra, mientras que para otros se traducen en tristeza porque ya se habla con fuerza de conflictos interfamiliares y claniles, incluso el desplazamiento forzado como ocurrió en el caso de Pastora Pushaina, una madre wayuu quien fue obligada por otro grupo familiar wayuu a salir de la tierra que la vió nacer y donde también nacieron sus siete hijos, todo porque una torre eléctrica será instalada en lo que hasta hace un año era el patio de su casa
 “Mi nombre es Pastora Pushaina, soy wayuu y mi padre que era dueño de Yutou, el territorio ancestral donde vivíamos, pertenecía al clan epinayuu, hace un año atrás tuve que salir huyendo de mi casa, el lugar donde nací y también nacieron mis hijos  porque hace un tiempo llegó una empresa que trabaja con la luz (la empresa a la que se refiere la entrevistada lleva por nombre GEOCOL). La primera vez que llegaron no sabía de qué se trataba, pero después me explicaron que iban a poner unos cables (torres) que pasarían por nuestro territorio. Desde entonces otro grupo familiar que eran mis vecinos, llegaron a decirme que debía salir de allí porque esas tierras eran de ellos”.
A partir de ese momento comenzaron las fricciones allá en Yutou, y luego de varias discusiones con aquélla familia que se empecinaba en expulsarlos, un día las cosas se salieron de control y a Pastora le fue propinada una golpiza, a ella y a sus hijas, el escándalo fue tal que hasta tuvo que intervenir la policía. A partir de esa ocasión, la anciana, evitando un posible derramamiento de sangre, desarmó la vieja casa de barro, selló el pozo de agua que años atrás excavó,  tomó sus enseres, el único patrimonio de valor que tenía, unos 70 chivos, y emprendió una larga marcha hacia la Alta Guajira, a las tierras de unos parientes que se ofrecieron a cobijarla por un tiempo, de eso hace ya un año. Sin embargo, su calvario no terminó el día en que empezó su éxodo desde Yutou.
“Ya me han robado todos los chivos, de setenta, ya no me queda ni uno, sufrimos por agua, aquí la plaga de zancudos nos azota por las noches, y hace unos días atrás, unas familias de estas tierras me dijeron que ya debía desocupar este territorio porque, según ellos, les pertenece. Por eso quiero que la empresa Geocol que provocó fuera expulsada de mis tierras, de la cara y me digan porqué me han ocasionado este gran daño”, reprochó entre lágrimas.
El letargo de Pastora lejos del territorio que la vio nacer es muestra fehaciente que los proyectos de energía eólica en la Guajira no están arrancando con buen pie, las consultas previas e informadas no se está haciendo de manera  exhaustiva y minuciosa considerando las complejidades culturales y territoriales de las comunidades wayuu, evitando en su totalidad algún tipo de impacto negativo como el narrado en líneas anteriores, y que las páginas negras en cuanto a explotación energética en la península de La Guajira no empiecen un capítulo más con las mismas historias de agravios y daños irreversibles que la ambición le ha ocasionado al pueblo indígena wayuu.

Redactado por Leonel López
Red Ecos de La Guajira

Antena de medición del viento en una zona muy cercana al Cabo de la Vela

domingo, 31 de marzo de 2019


Los caminantes de voluntad férrea

Leonel López

Decidieron salir de Venezuela, con rumbo a Colombia, un país con sus propios problemas y tragedias, su presencia no es bien vista por muchos, los acusan de traer malos hábitos y ser una carga para el país, que los índices de inseguridad aumentaron desde que empezaron a llegar, que el país se ha dañado desde que llegaron los "venecos". Y sí, seguro muchos cruzaron la frontera trayendo sus malas costumbres, como ocurriría en cualquier fenómeno migratorio, de Colombia a la Venezuela de antaño entró también mucha gente con ganas de trabajar y prosperar, pero también alguna que otra "manzana podrida", pero no por eso se debió generalizar matrices negativas hacia un pueblo que huye del hambre y la enfermedad, de la opresión, del miedo y la persecución por pensar distinto, por expresar una opinión.
Llama poderosamente la atención y de hecho, es tema para quienes transitan y viven al margen de la Troncal del Caribe, que a diario caminan grupos de personas que van en sentido Maicao-Riohacha, y si no la sabe o simplemente no le interesa, sepa que ellos son los venezolanos, van como empecinados, mostrando una férrea voluntad de no dejarse vencer por la distancia, hasta se les ve sonrientes, emiten un claro mensaje en su diáspora, caminan hacia donde muere el sol por las tardes, no buscan la compasión de nadie, sólo una oportunidad en su lucha contra la adversidad.


lunes, 7 de mayo de 2018





La Alta Guajira enfila un potencial movimiento de literatura indígena wayuu

Con la realización de la Filbo en la comunidad de Puerto Estrella, autores nacionales e internacionales constataron la existencia de un importante semillero de escritores y poetas en la Zona Norte Extrema.

Leonel López

Palarialü, comunidad portuaria en la Zona Norte Extrema de la Guajira, comúnmente conocida como Puerto Estrella, se convirtió en centro piloto para la realización de la Feria Internacional del Libro de Bogotá (Filbo) durante los días 3 y 4 de mayo, lo que se tradujo en una oportunidad para que escritores de Colombia, España y Brasil compartieran saberes con niños de las comunidades wayuu de la Alta Guajira.
Tras un recorrido por las rutas intrincadas de la zona, y alrededor de 8 horas de viaje, una caravana de vehículos rústicos transportó desde la ciudad de Riohacha con destino a Puerto Estrella a un singular número de escritores y poetas como la narradora wayuu Vicenta Siosi, el poeta guajiro Limedy Castillo, la poeta Linda Antonella Solano, Guisseppe Antonio Casias, escritor y periodista español, por Venezuela, el docente universitario y lingüista wayuu Luis Beltrán, entre otros,  invitados todos por la Filbo, la Cámara Colombiana del Libro, la organización Wayuu Araurayu, bajo el patrocinio de la multinacional española Repsol.
La sorpresa para autores invitados de la Filbo es encontrarse en aquél inhóspito y alejado paisaje del Departamento de La Guajira, un verdadero semillero de escritores y poetas en formación, y otros que hasta inclusive han logrado publicar sus trabajos. La recientemente inaugurada biblioteca “Ramón Paz Ipuana” fue el escenario literario que permitió a escritores invitados encontrarse con el gran potencial literario que hay en la Alta Guajira.
 Limeidis Castillo, poeta riohachero, destaca que las actividades que desarrolló con los niños y niñas de Puerto Estrella, notó su potencial para las letras y las artes. “Tuvimos la oportunidad de compartir con los niños en la biblioteca Ramón Paz Ipuana, con ellos realicé ejercicios para incentivar y mejorar en ellos los procesos de lectura y escritura, veo mucho potencial en los muchachos, sin embargo, se requiere más tiempo para dedicarles a ellos en ejercicios de lectura y escritura”.
Opina que es un inicio que la Filbo haga presencia en la Alta Guajira con la participación de escritores nacionales e internacionales, lo cual a su parecer debe mantenerse en Puerto Estrella. “Esto motiva a los maestros que están en estos lugares muy alejados mostrar por medio de talleres literarios con escritores visitantes lo que están escribiendo, y así continuar este proceso que permita puedan surgir otros Ramón Paz Ipuana”.
Para el investigador y lingüista wayuu, Luis Beltrán, la apertura de la biblioteca “Ramón Paz Ipuana” es un logro importante para la alta Guajira. “Para nosotros los wayuu es un logro importante contar con una biblioteca que es el primer espacio del saber aquí en la Alta Guajira en el sentido de que tienen muchos materiales de consulta que pueden potenciar los conocimientos de las nuevas generaciones, la presencia de la Filbo aquí en la Guajira es histórico porque nos ha permitido conocer a estos grandes escritores de Latinoamérica que nos visitan, y ver que aquí hay una gran riqueza de creatividad literaria por todos los elementos que nos rodean”, asegura.
Por su parte, Gustavo Valbuena, representante legal de la Asociación Wayuu Alaulayu, explicó que el punto de enfoque de la Filbo en la Alta Guajira fueron los niños. “Esta fase con la presencia de la Filbo en Puerto Estrella estuvo centrada en un encuentro donde se dieron cita escritores nacionales e internacionales con los niños, nos hemos juntado bajo el criterio de potenciar y apoyar el intelecto wayuu, ordenando todo ese potencial, en este caso a través de los niños. Queremos que Puerto Estrella y otros corregimientos sean los más lectores, y para ello estamos trazando unas alianzas estratégicas con la Cámara Colombiana del Libro, y con la iniciativa de la biblioteca pública Ramón Paz Ipuana”, precisó
Según Valbuena en la Alta Guajira ya existe un movimiento literario en distintas comunidades de la Zona Norte Extrema donde se trabajan diferentes temas. “Hablo de Nazareth, de Tawaira, donde se está trabajando duro el fundamento del eiruku, en Castillete donde hay claridad del territorio no binacional, sino circular de los wayuu desde lo ancestral, en otros puntos se están trabajando temas como la base económica del wayuu, en zonas como Punta Espada y Puerto López, y corregimientos bisagra de una economía con la otra, como por ejemplo Siapana cuyos núcleos familiares constantemente se desarrollan social, económica y culturalmente entre el estado Zulia (Venezuela) y la península de la Guajira”.
Finalmente enfatizó en otras fases de investigación y capacitación a realizarse a futuro, como el primer encuentro de eirukus (clanes) para el 2 de mayo de 2019. “Ya estamos trabajando en esa convocatoria, vamos a promover diálogos internos de eirukus para encontrarnos en el marco de los 250 años de la resistencia wayuu  para decirnos cuál es nuestra realidad, nuestras fortalezas, cuáles nuestras debilidades, y qué queremos los wayuu ante una sociedad nacional e internacional”.

Griselda Iguarán Uliana, docente de la comunidad de Nazareth
Libro: Neologismos en la gramática Wayuunaiki
“Sobre el trabajo Neologismos en la gramática del Wayuunaiki se hizo consulta de varios teóricos en quienes nos basamos para formar las palabras. Por ejemplo el abecedario lo llamamos emetutpijananüiki (sonido fuerte del habla), y las vocales las llamamos jiattapijananuiki (suave sonido del habla)”

Rosario Ramírez Uliana, docente en la comunidad de Nazareth
Libro: El Arcaísmo en el Wayuunaiki
“Mi monografía está basada en las palabras arcaicas, que como todo, tienen su ciclo, nacen, se reproducen y mueren, nos centramos en recopilar todas aquellas palabras que han desaparecido del wayuunaiki”



jueves, 19 de abril de 2018














Niños de la comunidad wayuu Palenstu claman por construcción de una escuela

Texto: Leonel López

A la altura del  km 55, en la vía que conduce a Riohacha, se ubica la comunidad de Palenstu, conformada por más de 60 familias, unas 250 personas que hacen vida en esta ranchería no muy lejana de la carretera Troncal del Caribe. Asentada dentro de la jurisdicción del municipio Maicao, Departamento de La Guajira, sus habitantes sufren las mismas carencias que padecen muchas comunidades wayuu olvidadas y desasistidas por el Estado colombiano: sin acceso al agua potable, de no ser por un viejo molino que les surte gota a gota, sin energía eléctrica, vías de acceso en pésimas condiciones, entre otras necesidades.
No obstante, la preocupación que más prioriza la comunidad es la condición en que se encuentra la escuela, Institución Edicativa Indígena N°6 Sede Palenstu, fundada en el año 1996 y cuya matrícula esta conformada por 41 niños, el espacio educativo presenta deficiencias de infraestructura pues cuenta con apenas un aula de clases dentro del cual se deben atender  preescolar y primer grado, mientras que bajo una enrramada se atiende 2do. y 3er. grado, una cocina improvisada se presta para atender los grados 4to y 5to.
Sólo dos docentes están autorizadas para la institución, sin embargo deben multiplicar esfuerzo para atender los diferentes grados. Yolima Martinez, maestra de preescolar y primer grado, refirió que la escuela Palenstu enfrenta desde hace varios años deficiencias en cuanto a sus instalaciones y enseres. “Casi no tenemos pupitres y pizarrones, los niños deben escuchar sus clases en asientos destartalados, además de compartir un mismo espacio hasta tres grados, todos revueltos. Eso por un lado, porque además no contamos con un comedor escolar donde los niños coman sentaditos y en orden, tampoco contamos con un área recreativa, a duras penas se mantiene en pie un aula de clases, muchos padres y representantes optan por llevar a sus hijos a otra escuela en mejores condiciones que la escuela Palenstu, y en ese caso, los niños deben hacer largas caminatas de hasta 5 kilómetros para asistir a esos colegios”, describió la docente.
Por su parte, Anyi Molero Epinayu, estudiante de 4to grado, solicitó a las autoridades del municipio y gobierno nacional ayuda para su escuela. “Le hacemos un llamado al alcalde (Maicao), a la gobernadora y al presidente que nos ayuden con pupitres y pizarrones, y que nos mejoren la escuela que está en malas condiciones”.

martes, 14 de noviembre de 2017

Memorias de una insigne mujer wayuu para la posteridad

Leonel López 

El destino de vez en cuando nos toma por sorpresa y sacude como un tornado toda nuestra existencia. La súbita desaparición de mi entrañable amiga y colega Jayariyú Farías Montiel nos agarró desprevenido a muchos de los que tuvimos el privilegio de conocerla, considerando que a sus 38 años, cumplidos el pasado mes de abril, se encontraba en el umbral de su brillante y prolífica carrera profesional, llena de vida, de mucho ímpetu, supremamente enfocada, impulsada como siempre por una férrea voluntad y tesón para poner en marcha todo cuanto se propusiera.
La conocí con apenas 24 años de edad, en el año 2003, cuando me abrió las puertas para hacer pasantías de periodismo impreso, y ya para ese entonces su espíritu emprendedor e ingenioso que siempre le caracterizó, se había develado ante la sociedad venezolana y colombiana con la creación de su gran apuesta comunicacional, el periódico WAYUUNAIKI, “El PERIÓDICO DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS”, convirtiéndose así en pionera de la comunicación indígena en el hemisferio sur del continente americano.
Su pasión y preocupación por el pueblo Wayuu, que también se extendía a otros grupos étnicos, siempre marcó la agenda de pautas en los consejos de redacción, de allí que en 12 ediciones al año del periódico, editaba tres especiales en los meses de abril (mes de la fundación del periódico), 9 de agosto, y 12 de octubre respectivamente, dentro de los cuales insistía en trabajar temáticas que ningún medio convencional se interesaría cubrir. Territorialidad, conservación de la biodiversidad, Derechos Humanos, medicina tradicional, legislación indígena, protección de la infancia y la mujer indígena, constitución política y derechos indígenas, fueron, por mencionar algunos, los temas desarrollados en las páginas de cada ejemplar del periódico a lo largo de 17 años de circulación.
Como jefa de prensa, sin duda alguna, fue muy exigente, por sus manos pasó un buen número de periodistas recién graduados de diferentes universidades, a quienes demandaba siempre la excelencia en sus trabajos, no era extraño verla devolver reportajes o cualquier otro género periodístico impreso, tras revisar y notar la ausencia de datos que le dieran un perfecto equilibrio al escrito. Muchos tristemente no soportaron la presión de aquella gran maestra del periodismo, en cambio otros se quedaron y se mantuvieron bajo la praxis de su escuela.
Siempre insistía en revisar y hacer seguimiento a  las problemáticas de las comunidades wayuu, añú, barí, japreiras, yukpas, y del lado colombiano, la situación de los indígenas arhuacos, koguis, entre otros grupos, siempre mantuvo lo que denominó una “contraloría social”, y no faltaron los temas sensibles que terminaron pisando “callos”, como se dice en la jerga periodística, causando asperezas al hacer pública alguna denuncia desde las comunidades y que resultaran verdades incómodas. No obstante, antepuso siempre el cumplimiento de su deber al informar a la sociedad.
Amaba a su pueblo, ese que de manera romántica llamamos la “Nación Wayuu”, y siempre lo demostró en sus acciones. Cuando la represa “Manuelote” se quebró en diciembre de 2010 y sus aguas se derramaron por toda la Guajira, inundando todo a su paso, las parroquias Elías Sánchez Rubio y Guajira fueron las más afectadas, muchas casas quedaron bajo las aguas cual diluvio bíblico, sin embargo, aquella mujer incansable fue más tenaz que las aguas, y una vez activado todo su equipo reporteril, emprendió un recorrido en lancha que la llevó a una comunidad aislada por la terrible inundación, era el pueblo de Caraquita, no tenían agua potable ni alimentos, y a quienes convenció de evacuar la zona hacia los centros de refugio instalados en Paraguaipoa en aquel momento.
Ese mismo celo por sus raíces ancestrales también la llevó en una ocasión a las puertas de la desaparecida y tenebrosa cárcel nacional de Sabaneta para conocer de cerca la situación de las mujeres wayuu en condición de presidiarias, hacer un recorrido por las comunidades wayuu aledañas a Mina Norte, a visitar el Tokuko y preguntar como estaba el pueblo yukpa y barí en la Sierra de Perijá, también recorrer alguna ladera de la Sierra Nevada para indagar sobre el pueblo arhuaco y kogui, caminar a lo largo y ancho del desierto de la península de la Guajira, sumando así kilómetros y kilómetros de recorridos interminables, cientos de paginas escritas, muchas horas y voces grababas, un universo de imágenes captadas, y finalmente visibilizar un pueblo que había sido ultrajado y olvidado por varios siglos.
Todo ese esfuerzo, tiempo y empeño vertido en la excelencia periodística de WAYUUNAIKI le valió reconocimientos y oportunidades, como ser seleccionada por el Programa Indígena de las Naciones Unidas para cursar un diplomado en derecho consuetudinario indígena entre Bilbao (España) y Ginebra (Suiza) por seis meses, en el año 2004. También fue reconocida con el premio nacional de periodismo en el año 2010, premio regional de periodismo en el 2013,  fue condecorada en el año 2015 con la orden “Miguel Ángel Jusayú, y al mismo tiempo oradora de orden en sesión especial del Consejo Legislativo del Estado Zulia con motivo de la celebración del 9 de agosto Día Internacional de los Pueblos Indígenas, por mencionar algunos de los logros obtenidos en su racha de triunfos profesionales.
Este año la Nación Wayuu perdió a una de sus personalidades más destacadas e influyentes, difícilmente será olvidada su memoria y legado pues en cada línea de WAYUUNAIKI dejó impresa su esencia de mujer wayuu, su tenacidad, su empuje, su nobleza y buen humor. Las generaciones futuras deben saber que existió un gran ejemplo de mujer que sembró amor y bondad entre sus semejantes, que nunca hizo distingos de color, credo e ideologías, su gran secreto y filosofía de vida fue ser AMABLE Y GENTIL.

 Publicado en WAYUUNAIKI


  




lunes, 7 de agosto de 2017




Venezolanos en Maicao, entre el limbo del desplazamiento y las penurias

Leonel López

Un recorrido que empieza desde cualquier parte de Venezuela, pero especialmente el estado Zulia, la crisis política, económica y social que sacude a la nación ha forzado a miles de sus ciudadanos iniciar una suerte de diáspora, con rumbo a la vecina república de Colombia, y aunque muchos continúan su recorrido a otros departamentos, e inclusive a otros países como Chile, Ecuador, Perú, Argentina, y otros destinos, la mayoría decide quedarse en la ciudad de fronteriza de Maicao, departamento de la Guajira. Allí comienza una supervivencia para conseguir el sustento diario, mujeres con sus niños y hasta bebés en brazos, adultos de la tercera edad, y hombres, caminan con afán las calles de la vitrina comercial de Colombia afanados en cualquier actividad laboral, con duras jornadas de hasta 12 horas, y que finalmente terminan en alguna banca de la plaza de Bolívar, o las colmenas como refugio para protegerse del frío y de la lluvia, y poder dormir un poco.
El pasado sábado 5 de agosto, la Red Ecos de La Guajira, acompañados por los periodistas Lenin Danieri y Algimiro Montiel, se dió a la tarea de recorrer la ciudad de Maicao y llevar a cabo un cubrimiento reporteril, para verificar en qué condiciones se encuentran los ciudadanos Venezolanos que debido a la crisis en su país de origen, se han visto obligados a emigrar a la ciudad fronteriza.
Los rumores resultaron ser ciertos, en Maicao alrededor de un centenar de ciudadanos venezolanos duermen a la intemperie, sin que ningún ente le preocupe la situación, personas que luego de jornadas duras de trabajo, vendiendo bolsas de agua, caramelos, café, "en lo que salga", como ellos mismos lo expresan, duermen donde los agarre la noche. La plaza y sus alrededores resulta un sitio idóneo para hacerlo, y donde ademas unos a otros se cuidan las espaldas puesto que han sido víctimas de hurto. En su mayoría provienen del Estado Zulia, pero también de otras partes del vecino país como Aragua, Anzoátegui, Yaracuy, Nueva Esparta y Caracas, se observan madres con bebés y niños pequeños, tampoco ha tomado cartas en el asunto la alcaldía de Maicao, y tampoco se conoce de algún monitoreo por parte de la Agencia para los Refugiados de las Naciones Unidas (Acnur), o algún otro entre, exceptuando la Fundación Tati, perteneciente a la comunidad Árabe, y la Corporación Progresa, quienes han prestado su colaboración en cuanto a la repartición de alimentos preparados para los ciudadanos venezolanos.
Precisamente esta noche, la situación se tornó difícil para ellos debido a que llovió, y se vieron obligados a reubicarse la mayoría en el área de las colmenas de la zona conocida como "El Cacaíto". Una dama, madre de dos niños, expresó su desespero entre lágrimas, "estamos acá porque en nuestro país Venezuela hay mucha hambre, allá un kilo de arroz está costando 15 mil bolívares", agregó.
Además del silencio de los entes gubernamentales, e instituciones que deberían tomar acciones ante este drama, se ha sumado el creciente sentimiento xenofóbico de muchas personas hacia los venezolanos, a quienes se señalan de ser culpables del aumento de indices de inseguridad, y de otras problemáticas sociales en Maicao, esto ante el masivo éxodo desde Venezuela, sin que hasta los momentos tales acusaciones hayan sido constatadas por las autoridades civiles y policiales .

lunes, 31 de julio de 2017


¿Así somos los de izquierda?

"Luego de esta columna tendré menos amigos y quizás menos lectores".

Prof. Abel Medina Sierra
Escritor/Docente de la Universidad de La Guajira

Pocas veces, salvo algunas diatribas contra Álvaro Uribe y sus epígonos como Ordóñez,   opino en público sobre mis inclinaciones políticas.  Esta vez, como recurso más que retórico lo voy a hacer.
Desde muy joven he sido simpatizante y muchas veces militante de la izquierda política. Hice el curso como la mayoría de quienes lo han sido: encomiando la lucha cubana y sus epígonos, festejando la trova latinoamericana y vallenato de protesta por  su canto libertario. Hasta me hice ateo un tiempo creyéndole a Marx;   leyendo desde  el semanario Voz,   Granma hasta Sputnik para conectarme con  esa corriente más allá de los muros de la guerra fría.  Festejé la osadía del M-19, lloré la extinción sistemática de la Unión Patriótica. He votado religiosamente por candidatos como Gustavo Petro, Robledo, Piedad Córdoba y candidatos regionales del Polo Democrático  como aspiración que desde la izquierda pueda redimir el sueño aplazado de un país más equitativo en el que la educación, la cultura y los derechos humanos sean lo más importante. Lo que nunca hice fue acolitar la demencial y suicida brutalidad de las Farc, cuya torpeza política ha estigmatizado la izquierda del país.
Con el cuarto de hora de la izquierda, a través de las urnas y no por las armas, que se dio  en Latinoamérica en las últimas décadas, creí que tanta espera, lucha y padecimiento al fin tendrían el privilegio de la cosecha. Chávez en Venezuela, Evo Morales en Bolivia, Correa en Ecuador, Lula en Brasil y Daniel Ortega en Nicaragua era la utopía de la izquierda americana hecha realidad. Solo fue eso, utopía. Salvo pocas excepciones como es el caso de Pepe Mujica en Uruguay y una que otra cifra alentadora en Bolivia y Ecuador, el momento de la izquierda en América fue un estruendoso fracaso, mucho tilín tilín y solo ha sido  una tragicomedia con bufones como Nicolás Maduro,   tan absolutistas y antidemocráticos  como los dictadores a los que tanto nos enseñó la izquierda a odiar.
Reconozco haber sido simpatizantes de Hugo Chávez hasta aquella escena en la que, como gran tirano o rey absolutista, se pavoneaba por el centro de Caracas dictaminando “Exprópiese”. El  modelo de “revolución socialista” de Chávez  y todos los triunfos de la izquierda en el continente han revelado lo bueno pero también lo malo de quienes nunca habíamos  tenido el poder. Es que el poder siempre saca lo peor de nosotros  y no solo lo dice Santos.
Hoy los simpatizantes de la izquierda defendemos lo que antes atacábamos o justificamos fuera de Colombia lo que aquí no toleramos. Defendemos lo indefendible y maquillamos lo impresentable. Así somos muchos de la izquierda, nos ufanamos de ser críticos y librepensadores pero estamos de acuerdo que en  Venezuela todo quien se oponga al gobierno sea declarado enemigo y sea perseguido y encarcelado. Siempre nos quejamos que en Colombia el Estado y la industria castiguen publicitariamente medios comunistas como el periódico Voz,  pero nos parece bien que en Venezuela se cierren medios, se impida que entre la señal de algunos canales y en Cuba nadie tenga el derecho de crear un blog para expresarse libremente.
Así somos,  conozco colegas docentes que se jalan tremendos discursos en día del  alumno para recordarnos la bestialidad de “la bota militar” del gobierno de Rojas Pinilla  contra los estudiantes pero justificamos que cientos de estudiantes venezolanos hayan sido asesinados, heridos y encarcelados por la brutal fuerza desmedida de la guardia nacional de Venezuela. He escuchado colegas que llegan hasta a invisibilizar a estos estudiantes diciendo que solo son mercenarios pagados por la derecha. La bota militar es igual de represiva, violenta y brutal, así sea de izquierda. Los grupos paramilitares como los colectivos chavistas son tan criminales y peligrosos como los de derecha.
La política imperialista y la guerra fría nos hizo odiar  tanto a los yankees que todo quien le haga resistencia lo encumbramos en sitiales de heroísmo. Así sea un demente megalómano como el dictador de Corea del Norte, los asesinos del Estado Islámico o el payaso  embrutecido  de Nicolás Maduro. Por eso aquí en Colombia armamos un escándalo cuando el Esmad repelió las marchas de maestros pero somos cómplices justificando que en Venezuela se reprima a plomo la protesta;  aquí reclamamos el derecho a la protesta pero nos alegra ver como en Venezuela se ensañan con quien alce un megáfono o haga una “guarimba”.
Repiten como loros la paranoia de Maduro y sus secuaces culpando a otros de los males de Venezuela: “es culpa del imperio norteamericano”, “de la ultra derecha colombiana”, “de la guerra económica”, de la oposición. La lógica absurda que el fracaso del modelo socialista no es de los gobernantes sino de los gobernados   es una farsa que se repite y repite para no reconocer el fracaso, no de la izquierda sino de los líderes de ésta que llegaron a poder porque no es culpa de la ideología sino de hombres incapaces como Nicolás Maduro.
A quienes cuestionan el fracasado gobierno de Maduro le señalan de ser “seguidista” y “acrítico”, de dejarse llevar por la prensa amarillista como si uno que vive en la frontera necesitara enterarse de lo que ocurre por CNN. Todos tenemos familia allá y todos los días podemos  hablar con miles de ellos que se vienen por física necesidad.
Hay gente de izquierda para lo cual en Venezuela no pasa nada y todo es invento de la prensa “neoliberal”. Que allá todo está bien porque la gente hace colas para que el Estado le regale comida, que la educación es gratis pero aunque de pésima calidad, porque el gobierno le quita casa a unos y se las da a otros;  porque el presidente cada vez que le da la gana sube el salario mínimo aunque esto genere desempleo y de nada sirve por la inflación de tres cifras; que el Estado es asistencialista aunque eso volvió al país perezoso y  mendicante; que le impone bajos precios a la industria aunque eso quebró el aparato productivo del país; donde hay muchos beneficios pero solo  quienes tienen el “carnet de la patria” son sujetos de derecho con el alto precio de hipotecar su conciencia y libertad de opinión y voto.  A eso llaman “revolución”. Aquí en Colombia no estamos en el paraíso, pero algo debe estar pasando cuando millones de persona se han venido de este lado.
De un momento a otro pasamos de citar a Martí a repetir las frases de cajón de Diosdado Cabello; a Hugo Chávez no lo bajamos de genio y a Maduro de gran líder. Al menos la revolución cubana nos dejó un legado cultural pero en Venezuela ni siquiera eso. Cómo creerle a los chavistas su discurso anti-imperialista si los recursos que saquearon de las reservas nacionales los invirtieron comprando lujosos bienes en esa Norteamérica que tanto dicen odiar.   Hoy no sé qué es peor, si Pérez Jiménez o Maduro, si Montesinos o Diosdado Cabello, si Somoza o Vladimir Padrino pero habrá quienes  defiendan a los segundos solo porque son de izquierda.

Tampoco podemos seguir secuestrando la palabra “pueblo” para justificar la violencia y legitimar a un Estado delincuente como el venezolano. Que los chavistas digan que todo lo que hacen es mandato del pueblo, que representan al pueblo y es para  beneficio del pueblo no hace que los demás no sean “pueblo” también. En Colombia es tan pueblo el que vota por el Polo Democrático como el que lo hace por Santos o Uribe. En Venezuela es tan pueblo el barrio donde están los enclaves chavistas sostenidos a base de subsidios que los que salen a protestar contra el régimen. 
La autocrítica parece no abundar mucho en estos tiempos de la izquierda. Cuando Gustavo Petro denunció que el gobierno de Samuel Moreno se estaba robando a Bogotá el Polo Democrático lo declaró traidor y lo hizo renunciar al partido en lugar de pedir cuentas a los ladrones. Ahora toda atrocidad que venga de izquierda es buena y la de la derecha es mala.  Eso no tiene otro nombre: doble moral.

Para terminar dejo una constancia. Este escrito no es una apostasía, sigo siendo simpatizante de la izquierda y aún creo en nombres como Robledo, Petro, Navarro Wolf y aún en Piedad Córdoba a pesar de su exacerbado chavismo. A pesar de esta aclaración, luego de esta columna tendré menos amigos y quizás menos lectores. Ya estoy preparándome para escuchar todo el catálogo de epítetos del discurso sindical e izquierdista que suele repetir Maduro y sus defensores: “sionista”, “traidor”, “burgués”, “ultraderechista”, “burócrata”, “rancio capitalista”.  Criticidad no es otra cosa que separar lo bueno de lo malo y tomar posición aunque esta sea contraria al partido o corriente política a la que pertenezcamos. Quisiera tener la certeza que así no somos los de izquierda. No voy a defender nunca lo indefendible, la represión y la violencia no tienen apellido, no es legítima o ilegítima según venga de la izquierda o la derecha, es expresión de maldad.   

Recuperado de: http://www.guajirapress.com/?op=Noticia&id=2085 

Poco ha cambiado la historia del pueblo wayuu desde que empezó el proyecto colonizador Cada 9 de agosto y desde 1994 se celebra el día i...